PASEO INFERNAL

26.01.2020

Recuerdo aún con pavor, cuando era pequeño, las visitas al practicante, o lo que es lo mismo, ese hombre extraño, con bata blanca y manos rugosas como estropajos que nos clavaba a traición la aguja con la vacuna. Al ser pequeño, sin uso de razón, nunca sabías cuando llegaría el momento, solo sabía que mi madre algún día me engañaría y sin previo aviso me llevaría a ese infierno doloroso. Hoy, ya adulto, solo existe un miedo y sufrimiento similar que se produce una vez al año, casualmente tras la navidad....las RE-BA-JAS...

Es aquí cuando me toca cumplir como hombre blandengue y acompañar a Alejandra a ese averno horrible y bullicioso. Con el pre-aviso de la jefa, y ya fijado el día, contaba cómo los días iban pasando para llegar al sábado, el día fijado para ir a Marineda City...y esta es la ruta que tocaba hoy.

Marineda City es un macrocentro comercial situado en A Coruña. El más grande de Galicia, el segundo de España y el tercero de Europa...es decir, el puñetero infierno materializado en mitad de este paraíso gallego, vamos, la meca para mi suegra (saludos Sandra). Después de desayunar como Dios manda, tostadica de tomate con quesico y café de cápsula toca pasar el ritual previo antes de dirigirse a semejante antro. Maquillaje y ropa de gala (para pasar desapercibido).

La llegada a este lugar es acojonante, embutido en la ciudad aparece este mastodóntico y colosal mamotreto fraguado por la mente retorcida de algún ingeniero loco. El parking ya es toda una obra maestra de varias plantas, aunque he de reconocer que pudimos circular bien por él. Cuando sales del parking, accedes a un espacio en forma de plaza cuadrangular, rodeada por paredes enormes y coloridas, cada una con su emblema y su publicidad. Leroy Merly, enfrente haciéndose la competencia Ikea, al otro lado Decathlon seguido de Media Markt, un poco más a lo lejos carteles de Primark, de Lefties y varias entradas al bloque principal de la construcción. Toda esa imagen de esplendor comercial acompañada siempre del hervor de gente, cual hormigas en pleno verano correteando de un lado a otro con bolsas por doquier.

Marineda City
Marineda City

En nuestro caso íbamos a tiro hecho, a cambiar unos regalos. Como si de una carrera de fórmula uno se tratara enfilamos la dirección del Primark para nuestro cometido. Aquí es donde saco una de mis aficiones secundarias, que es la de observar a la especie. Cuando uno cruza la línea de una tienda de ropa entra en un mundo paralelo de fascinantes criaturas a cual más peculiar. Lo primero, que llama la atención es la distribución de la tienda. Gracias a que ahora tenemos un ministerio de igualdad, lo primero que hago cuando entro en los sitios es buscar la paridad, que curioso, el Primark del Marineda City dedica un 85% a la sección de mujer y un 15% a la sección de hombre...supongo que la ministra estará con el culo torcido al enterarse de semejante dato. Acto seguido empiezo a observar la fauna del local. Al igual que un explorador adentrándose en la jungla, agudizo mis sentidos para escuchar, ver y sentir. Mis oídos empiezan a escuchar sonidos extraños, unas músicas de melodía más bien acelerada, que incitan más a pedirte un cubata que a comprarte unas bragas, al son de este estruendoso ritmo avanzo por el pasillo cerrando los ojos para sacar todo mi potencial sensorial. En ese momento de máximo frenesí de observación, mi fosa nasal detecta entre tremenda masa de espécimen un aroma a cuesco (pedo) mañanero que tumba para atrás, adivinar quien ha sido es tarea imposible, lo que si puedo casi garantizar es que por ese olor era de mujer fijo. Atónito y perplejo voy corriendo a cumplir la misión, cambiar un pijama que no me quedaba, ídem Alejandra...maldita suerte la nuestra! No quedaban, pero no pasa nada, porque en esta hectárea de perchas, algo encontraremos. Nos separamos y empezamos la búsqueda. Mientras voy buscando la escondida sección de hombre me fijo en la fauna nuevamente. Mujeres de todas las edades con cara seria colgando y descolgando perchas a un ritmo vertiginoso. Parece que actúan bajo el mismo patrón: descuelga percha, estira la prenda, aléjala y mírala, acércala y mírala, colócatela por encima y mira al espejo, aléjala, acércala, mira la etiqueta y vuelve a colocarla en la percha...todo esto en 5 segundos fiú, fiú, fás, fiú, fas fááás.

Llego al pasillo de hombres, aquí puedo ver que también existe una fauna curiosa. Me encuentro a hombres variopintos, con ropajes extraños (eso, o me he quedado totalmente anticuado)...parecen sacados de un anuncio de la tele básicamente. Con sus cortes perfectos de pelo, su barba perfilada, pasean lentamente por las perchas con semblante serio y diría que enfadado o mosqueado, observando las prendas a la par que se acicalan la barba o se tocan la perilla al igual que un físico teórico intentando resolver las ecuaciones de Navier-Stokes. Obviamente, después de observar esta escena, me siento desubicado, fuera de lugar y algo acomplejado. Encuentro al fin el stand de los pantalones, o algo que parecen pantalones. Cuando empiezo a ver los carteles me produce confusión...Slim, Strech, Skini...yo solo quiero unos pantalones, de toda la vida, una tela que te tape desde el culo hasta los tobillos y ya...

A veces pienso que la moda sigue una evolución semejante a la del universo. Existen leyes físicas que demuestran que el universo se expande para luego contraerse, y volverse a expandir, así sucesivamente. ¿Qué relación tiene esto con la moda? Primero fueron los pantalones acampanados, evolucionó compresivamente hacia los pantalones de pitillo, de ahí volvió a producirse un fenómeno expansivo hacia los pantalones de los skaters (pantalones sueltos y caídos a la altura del culo) y ahora toca una nueva fase compresiva hacia los pantalones pegaos como guantes, los famosos Slim-Skini-stretch...Cojo un pantalón del estante, para ir precavidamente cojo la talla grande (ahora está de moda que venga en W seguida de un número que viene en pulgadas...vamos que eso de la talla 48, 50...ya no existe). Con la prenda en la mano, me dirijo al probador...el olor a pies y a sudor es insuperable. Entro en una cabinita, y empiezo a sudar como en una sauna, el calor es insoportable, mezclado con el olor a pies...te pone de una mala leche. Meto la primera pierna, meto la segunda e intento fallidamente subirme aquella cosa por encima de la rodilla. Asombroso, ahora los pantalones de hombre son como las mallas esas que se ponen las mujeres que se remeten por dentro del culo. Al fijarme en el espejo veo como se me marcan las pantorrillas y los pelos de las piernas...casi a punto de caerme, por tener una tela opresora que impide el movimiento de mis rechonchas piernas, me quito aquella prenda satánica, me pongo mis vaqueros de toda la vida y salgo por patas. Por el camino, encuentro un caballero, con abrigo, gorro de lana, gafas de sol, mirando ropa como el que busca en una enciclopedia la historia de la ciudad de Pompella...pero pedazo gilipollas, que haces...quítate eso que te vas a cocer...pero me olvido por un minuto que estamos en una tienda de ropa y aquí es condición sinequanon lucir tus mejores galas, aunque eso implique llevar abrigo y gorro bajo una calefacción a todo lo que da.

Fallida la misión, con lágrimas en los ojos por sentirme gordo, y cabizbajo busco algún complemento por el que poder cambiar el pijama. Al fondo puedo entrever la parte de la ropa interior. Miro unos calcetines a buen precio, estupendo, a la vuelta veo los gallumbos...me lo pienso, y después de la experiencia de los pantalones saco mi amor propio y el amor por mi paquete y/o zona viril y ni de coña me compro aquí unos gallumbos. Después de una hora insufrible, al fin veo a Alejandra que aparece por el extremo opuesto de la tienda con el mismo semblante y con manos vacías, decidimos salir de la tienda y camino de la salida...EUREKA! Milagrosamente encontramos unos abrigos que nos encajan para nuestros futuros viajes y a buen precio. Con una coña impresionante, detectamos una empleada de la tienda transportando un perchero recién salido del horno con prendas que aún no habían ni colocado...como si de dos leones hambrientos se tratase nos abalanzamos sobre ella y le quitamos de las manos dos abrigos. Ahora sí misión cumplida.

Tras pagar en caja nos dirigimos a la salida, y justo al cruzar la línea me vibra la muñeca, aviso de 8000 pasos completados...8000 pasos (descontando los de la mañana) dentro de un Primark...acojonante y para cortarse las venas. Con un dolor en el cuerpo desde los tobillos hasta la coronilla nos dirigimos al coche a dejar las bolsas...otros 8000 pasos por lo menos, sus castas...total, acabada la faena, nos merecemos un homenaje, si no, ¿qué tipo de ruta es esta? Así que, al igual que cuando era niño después de la vacuna venía la piruleta, yo quería esta vez mi recompensa.

En este universo de cemento y ladrillo tienes un área gigante destinada a la restauración. Comidas de todo tipo, desde bares hasta asadores, nosotros vamos a tiro hecho. Ya el año pasado nos recomendaron ir al Goiko Grill...espectacular. Amigo, ¿te gustan las hamburguesas? ¿te gusta comer hasta vomitar? Si ambas respuestas son sí, este es tu sitio. Fundado por un español de raíces venezolanas, Goiko ya existe como una de las cadenas de restaurantes más famosas de España. Te invito a que leas la historia de este restaurante porque es súper interesante, además que el señor Goikoechea es un fofisano de manual.

El local cuenta con un ambiente muy tranquilo y moderno, el trato de los camareros es cojonudo y lo que más nos gusta es que es espacioso, vamos, entre mesa y mesa puedes masticar sin miedo a molestar al de al lado. La carta es escasa y solo tiene hamburguesas, pero ¡qué hamburguesas!, como dirían mis paisanos ...pero ¡qué hamburguesacaaaa! (léase con acento almeriense), pero como puede tener tanto queso esta hamburguesaaaaaaca....Eliges el tipo de hamburguesa, el tipo de patatas, el tipo de carne...y a morir. En mi caso pedí una con carne poco hecha (un troncho de dos dedos) con setas fritas, lechuga, tomate, bacon y queso Jack empanado.

Alejandra pidió una con huevo frito, bacon, aguacate, rucula, tomate...todo esto con patatas rusticas y cervezaca helada...Bueno, Alejandra con su manía de pedir ese mejunje químico y gaseoso.

Alejandra, su hamburguesa y el mejunje
Alejandra, su hamburguesa y el mejunje

Fue una de estas comidas que tienes que parar cuando te queda el 20% para acabar, para dejarle tiempo a tu estomago de recolocar todo lo que le has metido. En ese momento se acercó el camarero para preguntar que tal todo y que si podía retirar el plato...el NO rotundo que salió de mi boca lo espantó como alimaña carroñera molestando al rey de la selva. Acabada semejante atrocidad, ahora sí pudimos decir que habíamos culminado la ruta de hoy. Con el buche lleno y con una sonrisa de oreja a oreja pusimos rumbo a casa con el único pensamiento de ponernos el pijama para reposar este manjar y descansar las piernas del día de rebajas...lo de correr, ya tocará mañana.

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