ECUADOR 2018 1º PARTE
Se dice y se comenta que el amor no tiene límites, fronteras ni distancias...puedo dar fe de ello pues he sido un damnificado en primera persona. Es lo que tiene tener a tu compañera de vida proveniente del otro lado del charco. Esta pequeña vicisitud hace que, cumpliendo con mi deber y obligación de hombre blandengue, tenga que atender a mi familia política en determinadas fechas...aun estando en otro continente (de esto nadie se salva).
Es así, por este motivo, como nos echamos el equipaje a la espalda, y nos hicimos una escapada "high-cost" (incumpliendo mi lema con lágrimas recorriendo mis mejillas) en la navidad del 2018. Sería injusto negar que el viaje me hacía ilusión, soy una persona inquieta y me gusta conocer sitios nuevos. En este caso, iba a conocer por primera vez la tierra que vió nacer a mi teniente coronel (mi señora), ECUADOR.
El día 25D iniciamos viaje partiendo desde Madrid. El Aeropuerto de Barajas me despierta sentimientos cruzados la verdad. Desde un punto de vista ingenieril me fascina. Las grandes estructuras, la logística dentro del aeropuerto y por supuesto la contemplación de las diferentes aeronaves, una maravilla del ingenio del hombre...pero por otro lado, como buen agonías detesto en sí al "hombre", sobre todo cuando hay masificación, por no hablar de los "hombres de medio metro", que lloran, gritan, se cagan, se mean y dan por saco incansable e insufriblemente, y lo peor, en un viaje de 14 horas (algún día me tendré que comer mis palabras, lo sé)

Con un jetlag acusado, y totalmente desorientado llegamos a Ecuador. Allí en la terminal del Aeropuerto de Guayaquil se produjo el reencuentro tan ansiado entre Alejandra y sus padres, un momento muy emotivo y especial. Aquí empezaba la verdadera experiencia de conocer un país nuevo. Lo primero que pude experimentar de Guayaquil (serían las 23.00 h) fue la bofetada de calor al salir por la puerta del aeropuerto. Salvaje, como un día en Sevilla en pleno mes de Agosto. Enseguida mis cachas empezaron a rezumar sudor a chorretones por todo mi lozano cuerpo y no exagero.
Nuestra estancia en Ecuador, estaba prevista desde el 25D hasta el 07E. De esta manera partimos el viaje en dos, una primera parte, que destinaríamos a la costa, y una segunda parte que dedicaríamos a la sierra. Ecuador es un país de pequeña extensión pero que recoge gran riqueza, por lo que para mí es un pequeño gran país. Con una extensión de 280mil Km2 aproximadamente (algo más de la mitad que España) cuenta con 4 regiones totalmente diferenciadas. La costa (de donde proviene mi familia política) situada a orillas del Pacífico, con un clima caluroso y húmedo, escasa vegetación y tórrido sol. La Sierra, situada en la Cordillera de los Andes, con un clima fresco y agradable y abundante vegetación boscosa. El oriente, que colinda con la selva amazónica caracterizada por un clima interior, caluroso selvático y húmedo y por último las Islas Galápagos que se encuentran en el Pacífico famosas por albergar tortugas e iguanas marinas.

De Ecuador me sorprendieron 3 cosas, su gente, su gastronomía y su riqueza natural. Nuestra aventura empezaría en Santa Elena, un municipio perteneciente a la provincia que lleva su mismo nombre. Dentro de la península existen 3 municipios colindantes, Salinas, La Libertad y Santa Elena. La península se encuentra a unas dos horas de la ciudad de Guayaquil, el centro económico de la zona de la costa de Ecuador. Lo primero que le sorprende a un foráneo recién llegado del continente europeo son las construcciones, las vías públicas y sobre todo el caos en el tráfico...impacta ver el desorden en la conducción y la preferencia del coche "más grande" independientemente de si viene por derecha o por izquierda, al igual que los pasos de cebra que están "pintados" como ente decorativo de la calzada, menos mal que me avisaron de ello.
Después de descansar unas horas espatarrao y semidesnudo bajo el aire acondicionado de la habitación, y habiendo tomado una refrescante ducha de agua fresca empezamos con el garbeo. Mi primer contacto turístico se produjo con la visita a la "Chocolatera". Este mágico lugar se encuentra en un saliente dentro del municipio de Salinas, esta protuberancia rocosa te permite estar en contacto directo con la fuerza que el Pacífico ejerce sobre las rocas. El nombre que se le pone a este paradero viene por el color que coge el agua al batirse contra el escollo natural. Sobre aquel saliente pude contemplar un océano nuevo para mí, pues solo tenía el placer de conocer el Atlántico. Disfrute mucho de esas vistas y de la agradable brisa que sofocaba el tremendo calor que caía sobre nuestras cabezas. De ahí pasamos a una zona donde se podían ver lobos marinos, que maravilla. Nunca había visto lobos marinos en su entorno natural. Desde otro saliente diferente, se puede vislumbrar una colonia de lobos marinos macho, que toman este paraje para descansar y reponer fuerzas, una cosa para mí, increíble.

Siguiendo nuestro recorrido, aparte de ver las playas de Salinas y La Libertad, hicimos un recorrido costero hacia el norte partiendo desde Santa Elena. La primera parada la hicimos en Olón, pueblo que se caracteriza por tener una playa extensa de arena con unas condiciones ideales para practicar el surf. La playa cuenta con un buen número de chiringuitos donde degustar un coco helado, recién abierto...que maravilla, que manjar, que experiencia tan cojonuda. Allí mismo, con Alejandra y su madre, nos comimos un coco cada uno. Bajo una sombrilla de paja, un señor mayor de cara alegre y manos rudas, nos abrió un coco con una faca que daba miedo verla, pajita hielo, y a hidratarse. Creo que había probado el agua de coco antes, pero nunca de esta manera, excepcional.

La próxima parada fue Montañita. Es un lugar cuanto menos curioso y diferente. Montañita es famosa por ser un lugar de peregrinaje cuasi obligado para surfistas y bohemios. Este pueblo vive casi exclusivamente del turismo, pero de un turismo como digo alternativo, bohemio y desenfadado. Las calles están llenas de surfistas descalzos en bañador, portando sus tablas de un lado para otro. Hay gran cantidad de hoteles y zonas donde comer, por lo que es un sitio curioso de ver. A la caída del sol, el pueblo se transforma, y las calles se llenan de foodtrucks, y "cocktails-trucks", y a la luz de la luna, las discotecas despiertan con decibelios de bachatas, merengues...etc y mi tan odiado reguetón.

Con el paso de los días fuimos recorriendo estos parajes costeros tan interesantes de ver, y disfrutando de la diversidad cultural del lugar. Esta primera etapa duraría hasta el día 1 de Enero pasando mi primera noche vieja fuera de España.
Y qué pasa con la comida? Hombre, qué decir de la comida ecuatoriana? Para empezar diré que me la esperaba más ligera, más suave, pero nada más lejos de la realidad. Los ecuatorianos aman la comida, creo que es parte de su cultura la pasión y el amor por llenar el buche, en ese aspecto me confraternizo con ellos. La comida es totalmente diferente, comidas muy especiadas y sobre todo abundantes. Empezaré en esta parte describiendo la comida típica de la costa que poco tiene que ver con la de la sierra. En la costa aman el pescado, el ceviche, el encebollado...puedes comer pescado de calidad y siempre los platos acompañados de arroz, de hecho, creo que es el sustitutivo del pan. Como hablar de todo sería largo, destacaré los platos que me cautivaron, intentado ser lo más breve posible.
Mi primera experiencia con la gastronomía ecuatoriana fue con el encebollado. Este plato es similar a un marmitaco, no igual, pero parecido. Es un "estofado" de atún a trozos, con cebolla, yuca, tomate, mucho cilantro (o hierbita como dicen allí) ají, ajo...en fin, una amalgama de sabores riquísimos. Esto va a acompañado de chifles (plátano verde frito). El plato es contundente, y dicen las malas lenguas que es buenísimo para combatir el chuchaqui (resaca de borrachera). Lo mejor de todo, es que esto es una comida típica de un desayuno, y así fue como me metí a medias con Alejandra, un cuenco de encebollado para desayunar por el módico precio de 3 dólares...alucinante.

Otra comida que conquisto mi corazón fue un arroz marinero que se comió la madre de Alejandra en Ayangue, un pueblo costero que queda a mitad de camino entre Santa Elena y Olón. Aquí he de reconocer que me equivoqué, pues pedí langosta, por la novedad, pero me la sirvieron seca y "poco abundante"...hombre, un fofisano comiendo comida escasa...eso es pecado. Sin embargo Sandra pidió el famoso arroz marinero...que BESTIA. Una montaña de arroz crujientito, seco (como me gusta) recubierto de media fauna marina...mejillones, gambas, almejas, cigalas, calamar, corvina...todo ello aderezado con cilantro, ajo, ají, achiote...yo que sé...el caso es que aquello era un manjar que resucitaba a un muerto, que exquisitez...menos mal que me dejaron comerme la mitad de aquella maravilla. Por su parte, Alejandra pidió una dorada frita, acompañada de arroz y una salsa muy común que hacen allí a base de cebolla morada muy picadita, cilantro y lima...espectacular también.

Otro homenaje que nos dimos en esta parte del viaje fue con la prima de Alejandra, Karen, y su tía Alicia, unas chicas excepcionales por cierto, como todo los paisanos. Nos invitaron a comer en un restaurante que hay en la playa con forma de galeón, de hecho se llama "El Galeón". A estas alturas del viaje ya estaba feliz de tener el buche hasta reventar, pero no podía parar de comer y comer y probar y probar. En este caso comimos unos patacones con camarón (rodajas de plátano frito con gambas al ajillo)...exquisito aperitivo, y todo esto seguido de unos tallarines siete mares. Es un plato equivalente al arroz marinero, solo que cambiando arroz por tallarines, y añadiendo una salsa a base de nata y de productos del mar...que maravilla...fue un homenaje en toda regla, sobre todo porque las anfitrionas de esta comida son amantes del buen comer también, así que pude disfrutar libremente y sin cortarme de semejante atracón. Todo esto a orillas de la playa, a la sombra de este barco terrestre y con brisa constante...idílico de verdad.

Llegados a este punto, mi lustrosa barrigona ya empezó a decir basta...llevaba unos días comiendo sin parar y haciendo trabajar al estómago a marchas forzadas. Justo coincidió este hecho con la salida de turnos del padre de Alejandra, que ya cogía vacaciones el 30 para de ahí, partir el día 1 hacia la sierra. Para festejar el inicio de vacaciones de mi suegro, éste nos llevó a comer a uno de sus sitios preferidos, Anconcito. Este lugar situado al sur-oeste de la península de Santa Elena es singular por su tradición pesquera, de hecho tiene una especie de mercado donde venden pescado fresco y aparte te sirven comida. Nos sentamos a comer en una terraza con vistas al puerto pesquero, un sitio agradable y típico del lugar. Para comer pedimos pescado frito, la verdad es que estaba exquisito, pero el padre de Alejandra pidió ceviche de concha, es decir, almejas u ostras encurtidas en zumo de lima y naranja. Me dio a probar aquel exótico y oscuro caldo, que estaba riquísimo...pero amigo fofisano, aquí cometí el mayor error del viaje...TERMINANTEMENTE PROHÍBIDO COMER NADA QUE NO ESTE COCINADO, como me advirtieron en sanidad exterior mientras me vacunaban. A las pocas horas de aquel feliz bocado mi estómago empezó a hacer cosas raras, justo en la víspera de noche vieja, que ocurrencia la mía! Esa noche me sentía morir, una descomposición total, por arriba, por abajo, por los lados...mi paliducha piel se volvió más pálida aún, no podía moverme...pensaba, Dios mío, no quiero morir lejos de mi patria. Como resultado, tuve que tirar del seguro médico de viaje (lo cual recomiendo cada vez que se salga del país, independientemente del destino) y así acabe el año nuevo, ingresado en una clínica en Ecuador, enganchado a un gotero, y aguantando la tremenda bronca de mi teniente coronel por haber estropeado el viaje, y el fin de año con su familia, cosa que entiendo.

No obstante he de decir que ha sido el mejor viaje de mi vida, y que no cambiaría ni una coma de este relato. Si quieres saber cómo acaba esta aventura, te invitamos a que leas el próximo post del viaje a Ecuador, donde relataremos las vivencias vividas en la sierra.