BARBACOA EN PEDROSO

01.03.2020

Hace unas semanillas que amanecía con un año más encima. Mi oxidado y maltrecho cuerpo da fe de ello, ya nos acercamos a ese límite en el que los años empiezan a pesar en todos los sentidos, y aunque ya no haga tanta ilusión, merece la pena celebrar el día en el que el mundo me vió llegar tras los sufridos apretones de mi señora madre para sacar semejante cabezón. Me llevó unos días meditar el qué hacer para conmemorar mi día. Es aquí cuando reflexiono en la deriva que ha tomado esto de los cumpleaños. Antaño, cuando tenía pelo y medía cuarto y mitad de metro, lo de los cumpleaños era especial y casi mágico. Para empezar un par de días antes, acompañado por mi padre, íbamos a la tienda de barrio a comprar un bolsón de caramelos, los cuales se repartían en la clase (por unidad) a cada uno de los compañeros, luego con el tiempo evolucionó en una bolsita con 4 o 5 chuches. Así mismo, esa tarde en casa se celebraba junto con tus hermanos, y un par de vecinos (de los más allegados y de confianza) un convite consistente en un chocolate y una tarta, o un par de sandwichs...la verdad es que aquello era maravilloso, y te hacía sentir te volvías mayor.

Ahora miro la evolución de estos "eventos sociales" y me da una mezcla de grima y tristeza. Ahora los cumpleaños se celebran como las bodas, los niños invitan a toda la clase a un "salón" infantil, donde se sienta en un trono al cumpleañero, mientras los amiguitos se ponen en fila y van uno a uno depositando su regalo. La cosa no queda ahí, cuando te invitan a un cumple, debes devolver la invitación, por lo que se produce una reacción en cadena, teniendo los padres que acudir de media a 2 cumpleaños o 3 al mes, con su consecuente gasto, tanto de regalo como de modelito de ropa. Bochornoso. Pudiera entender, que es un mal endémico de los padres de ahora, o la sociedad infantil ultraprotegida, pero no, también afecta al ser adulto. Ahora parece que cumplir años implica invitar a medio trabajo, tu grupo de amigos de toda la vida, tus primos, al vecino, y juntarse a beber y hacer el canelo, como si de una despedida de soltero se tratase, suelo ver gente por la calle en grupos, con uno de ellos llevando una cinta como si de una miss se tratase "cumpleañero del año"...en fin.

Obviamente, nosotros no estábamos dispuestos a pasar por ahí, además, recordad que somos auténticos lowcost y sanos. Hacía ya unos meses había bicheado un sitio en las cercanías de Narón, el área recreativa de Pedroso. A escasos minutos en coche de nuestra casa se encuentra una zona anexa al río grande de Xuvia, un paraje cojonudo con servicios de barbacoas, bancos, mesas, parque infantil...todo ello en un entorno natural espectacular, lleno de prados verdes, arboledas y playa fluvial, y por supuesto GRATIS.

Solo tienes que preocuparte de llegar a una hora decente para pillar una de las tantas barbacoas que hay. Decidido el sitio, los días previos al sábado que fuimos hicimos el acopio del material. Una bolsa de carbón, una parrilla comprada en los chinos, unas pinzas, y la materia prima. La historia era no complicarse, y en paralelo también había bicheado hacía tiempo unos chuletones que venden en el lidl con una pinta que te cagas por el módico precio de 5,99€. Dado que haríamos una pequeña ruta, y que necesitaríamos gasolina, también decidí comprar un poco de careta de marrano, que sería el acompañamiento graso ideal para la delicatesen que nos íbamos a tragar.

La llegada al área fue más satisfactoria de lo que pensaba, pues para mi sorpresa estaba más llena de lo que creía, pero el ambiente era relajado, tranquilo y muy familiar. Dada nuestra condición de aburridos y muermos, buscamos siempre la tranquilidad, a ser posible sin niños dando la brasa y sin músicas estridentes. Pues ahí estaba nuestra barbacoa esperando a ser conquistada por este par de tragaldabas.

Encendimos las brasas, avivamos el fuego, preparamos la parrilla e introdujimos primero la careta. Enseguida la grasa que chorreaba enfurecía más aún las brasas, haciendo que esta deliciosa parte del cerdo quedase crujientita, exquisito de verdad.

Después del aperitivillo de la careta llegaría el plato fuerte, el tan amado y deseado chuletón "lowcost". Dado que somos buenos comedores, y amantes de lo bueno, diré que el chuletón estuvo el tiempo mínimo reglamentario para ser sellado en la brasa y poco más, carne muy poco hecha y con sal gorda por supuesto. No voy a mentir, sinceramente, para el coste del troncho de carne, después de haber probado chuletones de 45€/kilo, me sorprendió gratamente. En un momento me encontraba flotando en una nube, comiéndome un chuletón a la brasa, en un banco de madera, a la sombra de una arboleda de eucaliptos mientras escuchaba el borbotear del río a mis espaldas.

Después de esta experiencia, estoy dispuesto a cumplir todos los años que haga falta, eso sí, acompañado siempre de mi compañera de homenajes fofisanos. Por muchos años más!

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